Todos los días transcurre nuestra vida, en una constante lucha por alcanzar algunos propósitos que finalmente quedan aquí en la tierra, más nos vamos sin llevarnos absolutamente nada, lo que acabo de decir es producto de un acto de meditación; navegando en la web hallé algo que me parece significativo y útil compartir con mis lectores, un cuento y algo mas que seguro nos echará andar en el camino de la meditación de manera muy recreativa.
LA ANCIANA MENDIGA
En la época de
Buda vivió una anciana mendiga llamada
Confiar en la
Alegría. Esta mujer observaba cómo reyes, príncipes
y demás personas hacían
ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada
le habría gustado más
que poder hacer ella lo mismo.
Así pues,
salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una
monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le
dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada.
Sin embargo,
al saber que quería el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y
le dio lo que quería
La anciana fue
con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó
delante de Buda mientras le expresaba este deseo:
No puedo
ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta
ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría.
Pueda yo
liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus
oscurecimientos y conducirlos a la iluminación. A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las demás lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía
ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para
retirarlas.
Al ver que
aquella todavía estaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó:
No hay motivo para que esta lámpara
permanezca encendida durante el día, y trató de apagarla de un soplido. Pero la lámpara
continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando.
Trató de extinguirla con su túnica, pero aun así siguió ardiendo.
Buda, que
había estado contemplando la escena, le dijo:
¿Quieres
apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla, y
mucho menos apagarla. Si derramaras toda el agua del océano sobre ella, no se
apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para
extinguirla.
¿Por qué no?
Porque esta
lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa
motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.
Cuando Buda
terminó de hablar, la mujer se le acercó, y él profetizó que en el futuro
llegaría a convertirse en un buda perfecto llamado ―Luz de la lámpara.
Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determina el fruto
de nuestros actos. Shantideva dijo:
"Toda la dicha
que hay en este mundo, toda proviene de desear que los demás sean felices; Y
todo el sufrimiento que hay en este mundo, todo proviene de desear ser feliz
yo”
Puesto que la
ley del karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos
perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada vez que les proporcionamos
felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.
SÓLO EL AMOR
DISIPA EL ODIO.
En este mundo el
odio nunca ha disipado al odio.
Sólo el amor
disipa al odio. Esta es la ley, ancestral e inagotable. (Budha).
La luz disipa
la oscuridad, y la oscuridad es el odio. ¿Cómo ganar la luz?
A través de la
meditación.
Deja tu mente
en blanco.
Desapégate de
los resultados que generan odio.
Gana el
silencio, así entrará la luz en tí y el odio te será indiferente.
Estamos muy
acostumbrados a odiar en nuestra vida, y eso sólo refleja nuestra
insatisfacción por haber firmado un contrato que después de los años
reconocemos lesivo: el contrato del Ego, del condicionamiento, del sometimiento
a las normas de otros.
Vaciemos la
mente, busquemos el origen de nuestro odio, y encontraremos la paz.
La gran
sorpresa será descubrir que no odiamos a los demás sino a nosotros mismos.