El 8 de octubre de 2012 el Perú le rinde honores y homenaje merecido al peruano más destacado de
la historia nacional por su ejemplar acción de valentía, patriotismo e hidalguía en las horas más difíciles que afrontó Perú al estar en guerra con el vecino país
del sur como es Chile.
Merecidamente
se ganó la mención de “El Caballero de los Mares” hasta hace poco los peruanos
consultados su opinión mayoritariamente lo hemos reconocido como “Grau el
Peruano del Milenio”.
Amigos y amigas, escribir estas cortas líneas referidas a un gran héroe peruano trastoca los
sentimientos y emociones que te motiva buscar y entender mas detalles de la
vida y acciones de este gran peruano que enorgullece a nuestra nación con su
legado de un patriota ejemplar que todos debemos de aprender de sus dotes de
caballero, estando en plena guerra mandó salvar la vida de los propios enemigos
caídos vencidos en una de los tantos enfrentamientos que tuvo esta guerra
Perú-Chile. Leamos algo más sobre nuestro héroe Peruano del Milenio.
Miguel Grau Seminario; nación en Paita-Piura un 27 de julio de 1834 y fallece heroicamente en Punta Angamos, 8 de
octubre de 1879) Marino y militar peruano, héroe de la batalla naval de
Angamos.
Hijo
del teniente coronel Juan Manuel Grau Berrío, de ascendencia catalana, y de
Luisa Seminario del Castillo, descendiente de antiguas familias de la región,
su infancia transcurrió en Piura y más tarde en el puerto de Paita, cuando su
progenitor fue nombrado vista de aduana.
En
1843, siendo todavía un niño, el pequeño Miguel se embarcó en una goleta
comandada por Ramón Herrera, gran amigo de su padre, que hacía un viaje de
Paita a Panamá. Lamentablemente la goleta naufragó y, a su regreso al hogar, su
madre no estaba dispuesta a consentir ya nuevos embarques.
Tenía
sus once años cuando doña Luisa, su madre, aceptó que volviera a cruzar los
océanos.
Recorrió
entonces todos los mares y durante nueve años, según el historiador Alberto
Tauro del Pino, el joven Grau "surca mares de Asia, Europa y América en
diversos transportes y aún en buques balleneros".
Al
regresar al Perú, en 1853, se radicó en Lima, donde fue alumno del poeta
español Velarde y estudió para ingresar a la Marina. El 14 de marzo de 1854 se
convirtió en guardiamarina y vistió el uniforme que cubriría de gloria. Navegó
en los vapores Rímac, Vigilante y Ucayali antes de ser trasladado a la fragata
Apurímac, donde sirvió con Lizardo Montero, otro ilustre marino piurano.
Cuando
prestaba servicio en la Apurímac, el comandante de esta nave apoyó la
revolución del general Vivanco. Tras el fracaso del movimiento, el joven
oficial que formaba parte de la tripulación fue separado del servicio en 1858 y
volvió a la Marina Mercante.
Llamado
nuevamente, regresó a la Marina el 11 de septiembre de 1863, casado ya con
Dolores Cavero, quien le dio nueve hijos. Ascendió a teniente segundo y el 4 de
diciembre del mismo año, a teniente primero, para pasar pocos meses después a
capitán de corbeta. Enviado a Europa para traer la corbeta Unión, llegó a
Valparaíso en 1865, año en que fue ascendido a capitán de fragata, y desde el
puerto chileno apoyó la revolución del coronel Mariano Ignacio Prado.
Siempre
al mando de la corbeta Unión participó en el combate naval de Abtao, el 7 de febrero
de 1866, y siguió hacia el sur hasta los canales de Chile, para esperar las
nuevas naves adquiridas en Inglaterra. Cuando Prado, posponiendo a brillantes
marinos peruanos, contrató al contralmirante norteamericano John Tucker para
comandar la Armada, Grau protestó y presentó su renuncia, actitud que fue
considerada como rebeldía. Fue preso en la isla de San Lorenzo y permaneció
allí hasta que, después de un largo juicio, salió absuelto.
Pasó
nuevamente a ejercer su profesión de marino en la actividad privada y tuvo el
mando del vapor mercante Puno, propiedad de la Compañía Inglesa. A finales de
1867, regresó a la Marina en calidad de comandante del monitor Huáscar. El 25
de julio del año siguiente fue ascendido a capitán de navío y el 19 de abril de
1873 a capitán de navío efectivo, siendo después comandante general de la
escuadra de evoluciones, durante siete meses. Pasó luego a ocupar el alto cargo
de comandante general de la Marina.
En
1872, al estallar la revolución de los hermanos Gutiérrez, Grau encabezó el
pronunciamiento de la Marina en contra de la dictadura. Al no ser escuchado
para reorganizar y modernizar la Armada, ingresó a la política y fue elegido
diputado por Paita en el período comprendido entre 1876 y 1878. Cuando Chile
declaró la guerra al Perú en 1879, Grau aceptó dirigir la primera división
naval a sabiendas de la superioridad que tenía la escuadra de ese país en
tonelaje, número de barcos, cañones y espesor de blindaje, y conociendo el mal
estado de las unidades peruanas.
Inició
su campaña en mayo del mismo año y en su primer combate hundió la corbeta
chilena Esmeralda, salvando luego a los náufragos, lo que hizo que uno de ellos
al llegar a la cubierta del Huáscar gritara agradecido "Viva el Perú
generoso". El Huáscar realizó en los meses siguientes una serie de
acciones sorprendentes frente a una escuadra tan poderosa como la chilena.
Apresó transportes enemigos, requisó carbón de puertos chilenos y despistó
constantemente a los buques chilenos que recorrían la costa en su busca. El
congreso ascendió a Grau al grado de Contralmirante el 26 de agosto de 1879.
El
primero de octubre de 1879 el Huáscar salió del puerto de Iquique, donde el
transporte Rímac había desembarcado tropas bajo su protección, en lo que fue su
último zarpe. Apresó una goleta al sur de Huasco y estaba en la costa de
Coquimbo, territorio chileno, el día cinco. La marina chilena había cambiado
mandos y ordenado su flota en dos divisiones para cazar al ya célebre monitor.
Su plan tuvo éxito 8 de octubre de 1879 cuando descubrieron al Huáscar en alta
mar, frente a Punta Angamos, acompañado de la Unión, en viaje hacia el norte.
La
flota chilena, compuesta por seis barcos todos ellos superiores al Huáscar en
blindaje y potencia de fuego, formaron un círculo para batirse con el buque
insignia de la marina peruana. Grau ordenó a la Unión retirarse para distraer
la flota enemiga, lo que se logró en parte porque dos corbetas chilenas
salieron en su persecución. La Unión fue más rápida y consiguió escapar; el
Huáscar en cambio fue encarado por el Cochrane, que con sus poderosos cañones
logró perforar el blindaje del casco y la torre de mando.
El
comandante Grau murió despedazado. El mando pasó a Elías Aguirre, que también
murió. Correspondió el turno al teniente primero Melitón Rodríguez. Caído
también él, tocó el mando al teniente Pedro Garenzón, quien conversó brevemente
con tres oficiales que quedaban vivos y ordenó hundir la nave porque ya se
encontraba inmovilizada. Los maquinistas abrieron las válvulas, pero
desperfectos de la maquinaria paralizaron la inmersión, dando tiempo a que
llegaran los buques enemigos, abordaran el monitor y detuvieran su hundimiento.
Miguel Grau pasó a la inmortalidad como un marino estratega y valiente pero
generoso, que cumplió con sus proféticas palabras: "si el Huáscar no
regresa triunfante al Callao tampoco yo regresaré".
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