En
la víspera estuve nada menos recordando y celebrando aunque austeramente dos
cumpleaños el de mi sobrinito Josué y el mío, natalicios que la familia consideró
compartir junto a las amistades más cercanas, los cuales hoy las agradezco de
todo corazón así recíprocamente deseo también lo mejor para todos ellos.
El
recordar una fecha de nuestro nacimiento como festejarlos anualmente también tiene
sus orígenes en la antigua civilización, vale decir ha seguido un proceso
evolutivo junto al quehacer de la humanidad más vinculado al pensamiento y
sentir religioso iniciado desde la cultura egipcia hace 3,000 años a.C.
Según
los investigadores al respecto nos alcanzan esta referencias históricas que estimo
compartirlos con ustedes mis amigos internautas que visitan este modesto
espacio de entretenimiento a través de la lectura.
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Hermanas Lidia y Agustina |
En
la actualidad es una costumbre celebrar la fiesta de cumpleaños de una persona
viva, pero, de haber continuado con la tradición occidental, estaríamos
observando celebraciones anuales del cumpleaños de la muerte de una persona,
que en otro tiempo era un acontecimiento más significativo. Muchas de nuestras
celebraciones han cambiado radicalmente en comparación con lo que eran en otro
tiempo. Nunca se celebraban las fiestas de cumpleaños de los niños, ni tampoco
las fiestas de cumpleaños de las mujeres, y el adornado pastel de cumpleaños,
que fue por breve tiempo una tradición griega, dejó de confeccionarse durante
siglos, aunque reapareció más tarde, adornado con velas y saludado con un coro
de “Feliz Cumpleaños”1
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Mi buen amigo Cesar Martans |
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Gracias amigos |
¿DE DÓNDE
PROCEDEN, NUESTRAS COSTUMBRES RELACIONADAS CON LAS FIESTAS DE CUMPLEAÑOS?2
En
Egipto, y más tarde en Babilonia, los aniversarios del nacimiento o cumpleaños,
eran registrados y celebrados en el caso de los niños pertenecientes a la
realeza y de sexo masculino. Las fiestas de cumpleaños se desconocían entre las
clases bajas, y entre todas las mujeres, excepto la reina. Sólo el rey, la
reina o los varones nobles de muy alto rango tenían reconocido su cumpleaños, y
sólo entre ellos se celebraba anualmente.
En la historia que ha quedado registrada, las primeras celebraciones de fiestas
de cumpleaños tuvieron lugar alrededor de 3.000 a.C., y fueron las de los
primeros faraones. Esta práctica comenzó después de unir el Alto y el Bajo
Egipto. Dichas fiestas de cumpleaños consistían en grandes fiestas en palacio y
en las que tomaban parte todos los sirvientes, esclavos, hombres y mujeres
libres. A menudo, se ponía en libertad a presos de las cárceles reales. Dos
antiguas fiestas de cumpleaños de mujeres han quedado documentadas.
Gracias a Plutarco, el biógrafo y ensayista griego del siglo I, sabemos que
Cleopatra IV, última soberana de la dinastía de los Tolomeos, organizó una
fastuosa fiesta de cumpleaños para su amante Marco Antonio, en la que incluso
los invitados quedaron colmados de regalos reales.
Una reina egipcia anterior, Cleopatra II, que se
casó incestuosamente con su hermano Tolomeo y tuvo un hijo de él, recibió de su
marido uno de los más macabros regalos de cumpleaños de toda la historia: los
restos de su hijo asesinado y descuartizado.
Los griegos adoptaron la costumbre egipcia de celebrar fiestas de cumpleaños, y
a partir de los persas, reputados entre los grandes reposteros de la
Antigüedad, incorporaron un pastel especial. El escritor Filocoro nos explica
que los adoradores de Artemisa, diosa de la Luna y de la caza, celebraban la
fiesta de cumpleaños de ésta el sexto día de cada mes, preparando una gran
tarta a base de miel y harina. Ciertos datos sugieren que el pastel de Artemisa
pudo haber estado adornado con velas encendidas, puesto que las velas
representaban la luz lunar, la irradiación de la diosa hacia la Tierra.
Las fiestas de cumpleaños de las deidades griegas se celebraban con carácter
mensual, por lo que cada dios era festejado con doce fiestas de cumpleaños al
año. En cuanto a los mortales, las fiestas de cumpleaños de las mujeres y de
los niños se consideraban indignos de celebrarse, pero el del cabeza de familia
se celebraba con un banquete.
Los griegos denominaban estos festejos dedicados a
los varones vivos Genetblia, y las celebraciones anuales proseguían años
después de haber muerto el agasajado, con unas celebraciones póstumas conocidas
como Genesia.
Los romanos añadieron un nuevo matiz a las celebraciones de las fiestas de
cumpleaños. Antes de comenzar la era cristiana, el Senado instauró la costumbre
(todavía practicada hoy) de considerar los cumpleaños de los estadistas más
importantes como festividades nacionales. En el año 44 a.C., el Senado aprobó
una ley por la que el aniversario del asesinato de César se convertía en festividad
anual, realzada por un desfile público, una sesión especial de circo, combates
de gladiadores, un banquete vespertino y la representación de una obra teatral.
Con
el ascenso del cristianismo, la tradición de celebrar las fiestas de cumpleaños
cesó por completo. Para los primeros seguidores de Cristo, oprimidos,
perseguidos y martirizados por judíos y paganos, y que creían que los niños
entraban en este mundo manchadas ya sus almas por el pecado original de Adán,
el mundo era un lugar duro y cruel, en el que no había razón para celebrar la
fiestas de cumpleaños de nadie. Sin embargo, puesto que la muerte era la
auténtica liberación, el paso al paraíso eterno, el día de la muerte de
cualquier persona merecía ser conmemorado con plegarias. Contrariamente a la
creencia popular, eran los días de la muerte, y no del nacimiento de los
santos, los celebrados y los que se convertían en sus “festividades”.
Los
historiadores de la Iglesia interpretan muchas referencias cristianas
primitivas a los “aniversarios” como el paso a la otra vida, o sea el
nacimiento en ella. El aniversario de un santo no es aquel en que nacieron en
la carne, sino aquel en el que nacen en el cielo procedente de la tierra, aquel
en que pasan de las miserias al descanso.
Había
otra razón por la que los primeros Padres de la Iglesia predicaban contra la
celebración de las fiestas de cumpleaños. Ellos consideraban estas
celebraciones, originadas entre egipcios y griegos, como reliquias de las
prácticas paganas. En el año 245 d.C., cuando un grupo de antiguos
historiadores cristianos trató de fijar la fecha exacta del nacimiento de
Cristo, la Iglesia católica consideró sacrílega esta investigación, proclamando
que sería pecaminoso celebrar el nacimiento de Cristo como si fuese un faraón.
Sin
embargo, en el siglo IV la Iglesia comenzó a modificar su actitud respecto a
las celebraciones de las fiestas de cumpleaños, e inició también serios
estudios para determinar la fecha del nacimiento de Cristo. El resultado, desde
luego, marcó el comienzo de la tradición de la Navidad. Con la celebración de
la natividad de Cristo, el mundo occidental recuperó la conmemoración de las
fiestas de cumpleaños.
En
el siglo XII, las parroquias de toda Europa registraban ya los nacimientos de
sus habitantes, y las familias observaban tales fechas con celebraciones
anuales. Con el tiempo, reapareció el pastel de cumpleaños, ahora coronado con
velas.
PASTEL DE CUMPLEAÑOS CON VELAS
(Alemania, Baja Edad Media)
La
costumbre del pastel de cumpleaños fue observada durante breve tiempo en la
antigua Grecia. Resurgió entre los campesinos alemanes en la Edad Media, a
través de un nuevo tipo de celebración, una Kinderfeste, ofrecida
específicamente a un niño o niña (Kind).
En cierto modo, esto señaló el comienzo de las fiestas infantiles de
cumpleaños, y en muchos aspectos un niño alemán del siglo XIII recibía más
atenciones y honores que sus coetáneos de los tiempos modernos. Una Kinderfeste
comenzaba al amanecer. El niño agasajado era despertado por la llegada de un
pastel coronado con velas encendidas. Estas velas se cambiaban y se mantenían
encendidas durante todo el día, hasta que, después del ágape familiar, se
despachaba el pastel. El número de velas era igual al de los años que cumplía
el niño, más una, que representaba la «luz de la vida».
La
creencia en que una vela simboliza la vida se encuentra a través de toda la
historia. Macbeth habla de la vida como una «breve candela», y el proverbio
advierte contra “quemar la vela por ambos cabos”
El
niño o niña en su fiesta de cumpleaños recibía también regalos y seleccionaba
el menú para el banquete familiar, pidiendo sus platos predilectos. Nuestra
costumbre de pensar un deseo y soplar las velas procede también de la
Kinderfeste alemana. Las velas de cumpleaños debían apagarse de un solo
soplido, y el deseo, en caso de convertirse en realidad, debía mantenerse en
secreto.
(1y2) Han sido tomados de la pág.
Web.http://blogs.que.es.
pubcardenal.es